Desde el inicio de la vida en la Tierra el aire fue el gran determinante en las primeras formas de vida que podían desarrollarse, inicialmente la Tierra contenía niveles de CO² tan altos que solo existía vida en el mar, donde los primeros organismos fotosintéticos fueron capturando el dióxido de carbono y liberando como desecho el oxigeno, esto hizo posible la vida de organismos más complejos como algas y posteriormente plantas terrestres que oxigenaron la atmosfera y crearon las condiciones propicias para el surgimiento de los animales.

Las plantas que predominan actualmente son organismos complejos que han desarrollado sofisticados mecanismos para fijar el CO² y transformarlo en energía para gran parte de sus procesos vitales. Un clásico ejemplo es el Cannabis y el maíz; se trata de especies especialmente demandantes de dióxido de carbono, debido a su gran capacidad fotosintética.